A propósito del salario ético.

Claudio Palavecino 13 Sep 200913/09/09 a las 23:33 hrs.2009-09-13 23:33:13

(Columna publicada en La Semana Jurídica N° 355, 27 de agosto - 2 de septiembre, 2007 p. 2.)

En las últimas semanas se ha desarrollado un intenso debate a propósito del llamado sueldo o salario “ético”. El reclamo por un salario justo, constituye una variante más de la exigencia de “justicia social”, idea ésta que, nacida con el socialismo decimonónico, se propagó con éxito formidable y es compartida hoy por muchos que ni siquiera suscriben aquella ideología. Pudiera resultar saludable para la discusión exponer algunas reflexiones que formulara Friedrich Hayek (1899-1992), en Derecho, Legislación y Libertad, particularmente en el tomo segundo de esta obra, titulado sugestivamente “el espejismo de la justicia social”.
Cuando hoy se habla de “justicia social” se alude a lo que los antiguos llamaban “justicia distributiva”, vale decir, recompensar a los individuos según sus méritos o según sus necesidades. Una aspiración muy razonable, aparentemente. El problema es que, en una sociedad de mercado, no existe una voluntad o agente capaz de hacer conscientemente semejante distribución. En una sociedad de mercado la distribución de los medios para satisfacer las necesidades es espontánea y en gran medida aleatoria. Como en un juego, lo que a cada cual le toca depende de la propia habilidad y también de la suerte.
¿Es por ello injusto el mercado? No, categóricamente. La justicia es un atributo de la conducta humana. El proceso mediante el cual el mercado distribuye bienes y servicios es impersonal, disgregado en millones de imprevisibles decisiones individuales, por lo que no puede ser globalmente tachado de justo ni de injusto. El concepto es simplemente un sinsentido, igual que la expresión “una piedra moral”.
Ciertamente, en el mercado, la distribución no opera según principios reconocibles de justicia. Como observó Diego de Covarrubias, obispo de Segovia, a mediados del s. XVI, “el valor de una cosa no depende de su naturaleza objetiva sino de la estimación subjetiva de los hombres, incluso aunque tal estimación sea alocada”; añadiendo, para ejemplificar su tesis, que “en las Indias el trigo se valora más que en España porque allí los hombres lo estiman más, y ello a pesar de que la naturaleza del trigo es la misma en ambos lugares”. Otro escolástico, Luis Saravia de la Calle, en su Instrucción de mercaderes, publicado en 1544, escribió que “los que miden el justo precio de las cosas según el trabajo, costas y peligros del que trata o hace la mercadería yerran mucho; porque el justo precio nace de la abundancia o falta de mercaderías, de mercaderes y dineros, y no de las costas, trabajos y peligros”.
Esto puede parecernos profundamente insatisfactorio desde el punto de vista moral. A favor del mercado podemos decir que es el único sistema que permite el uso eficiente de información dispersa entre millones de personas y, sobre todo, el que ha mostrado mayor respeto por las libertades individuales.
Podemos cambiarlo, por supuesto. Otro mundo es posible. Pero ese otro mundo supone que los individuos cedan más y más poderes a los gobiernos. “La sociedad” es una mera entelequia, no tiene consciencia ni voluntad propias, por tanto, la exigencia de justicia social es una apelación a los miembros de la sociedad, a todos nosotros, para organizarnos de tal modo que se puedan asignar determinadas cuotas de la producción social a los diferentes individuos y grupos. Fue bajo esta bandera que fuimos cediendo poderes a los gobiernos que ahora no pueden negarse a usar para satisfacer más y más reivindicaciones de intereses particulares que han sabido usar la fórmula mágica de la justicia social. A su vez, cada esfuerzo de los gobiernos para realizar la justa distribución conlleva un mayor control de los individuos y de los grupos, una pérdida de libertades. Acaso no exagere Hayek cuando afirma que “mientras el mito de la ‘justicia social’ gobierne la acción política, este proceso deberá conducir progresivamente a un sistema totalitario”.
Y suponiendo que estemos dispuestos a soportar este cambio ¿valdría la pena? ¿Podría un gobierno dotado de poderes suficientes determinar el salario justo? Juan de Lugo, cardenal jesuita, investigando acerca de cuál podría ser el precio justo de las cosas, llegó a la conclusión, a mediados del s. XVII, de que dependía de tan gran cantidad de circunstancias específicas que sólo Dios podía conocerlo (pretium iustum mathematicum liceo soli Deo notum).
Última Modificación 13 Sep 200913/09/09 a las 23:33 hrs.2009-09-13 23:33:13
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Comentarios
  • Victoria Cornejo M.

    12 Nov 200912/11/09 a las 02:53 hrs.2009-11-12 02:53:12

    Respecto a la justicia social, creo que eso un concepto indeterminado que puede llevar a interpretaciones variadas según lo que signifique para cada uno dicho criterio. Personalmente creo que el uso de recursos del gobierno, seria más útil es función de mejorar las condiciones de acceso de los más pobres a derechos fundamentales como son los derechos a la educación y a la salud (por mencionar los mas importantes), ya que las desigualdades sociales se basan, más que en un sueldo, en la calidad y acceso a la educación, especialmente, que tengan las personas de escasos recursos. En Chile, la educación se ha mejorado cualitativamente pero no cuantitativamente, y en esto se deberian enfocar las politicas públicas del Estado.
    Pese a que es obvio que existen muchos otros factores que pueden afectar el desarrollo de una persona, pienso que un aumento de sueldo a la cantidad que proponia la Iglesia (creo que eran alrededor de 200 mil pesos), obviamente es una gran ayuda, pero creo que iria en desmedro de las personas que son mas calificadas que un obrero, por ejemplo y que terminaria ganando lo mismo que este, pero con una inversion en tiempo y dinero por detrás (por ejemplo, el caso de los paramédicos o auxiliares de enfermería). Por lo tanto aqui no habria justicia, sino que habria justicia para algunos e injusticia para otros, por lo cual creo que es más razonable utilizar los recursos en politicas públicas que realmente sean indiciarias que los pobres pueden mejorar su condición y surgir, llegando así a lo que me parece sería la justicia social.
    Saludos
    Victoria Cornejo

  • Francisco Bilbao B.

    8 Oct 200908/10/09 a las 18:21 hrs.2009-10-08 18:21:08

    Bueno, atendiendo a la -justicia- creo que es imposible (no sólo dicho por mí) instituir un criterio homogéneo, o una suerte de máxima universal. Lo cierto es que todo el mundo habla de ello con mucha propiedad, de lo cual creo que también merezco reproche. Pero creo que su significancia para mí abunda en la convergencia de criterios que permiten legitimizar a las personas, como lo son la honestidad, la fidelidad, la prudencia , etc., en conjunción con los principios del derecho, los cuales serían de una u otra forma, los aspectos en los cuales debiéramos encontrarnos atendidos como sociedad (que muchas veces calzan con nuestros propios principios). Estos van a ser aplicados en situaciones concretas de formas distintas, pero buscando lo mismo: encontrar la mejor solución posible, la más legitimadora, en fin, la más justa.
    Igualmente concuerdo con ud. con que mi criterio es muy abstracto y se presta para severas confusiones en algunos aspectos, pero no me parece que sea majadero.

    El aspecto de la iglesia que mencionamos, creo que tiene un amplísimo ámbito de "caritas" como ud. plantea, que por los demás aun estando trillado, no creo que se deba tener por poco importante. De hecho ayuda a tener una mayor consideración de nuestro entorno (prójimo), y también a cuestionarnos si los mínimos en términos jurídicos y económicos, podemos considerarlos justos o no.

    Por último concuerdo con ud, dado que no podemos negar que es un problema económico, pero quizás la solución no pasa estrictamente por un aspecto económico. Si bien la economía nos puede ayudar a dilusidar el panorama actual, y nos ayuda a transformarlo en términos de maximización, trabaja con "lo que hay" (en buen chileno). De acuerdo, puede ser que se proyecte, que podamos prever situaciones futuras y refugiarnos mejor, pero no podemos negar que hay aspectos sociales que están altamente retrazados por la mala utilización tanto de privados, como de fondos en políticas estatales.
    La verdad, en relación al "despojo", me parece que es legitimable, debido a que hace tiempo que dejé de creer en el "chorreo" del que se nos ha hablado hace tanto, el cual me parece que tiene a su vez poco asidero de legitimación.
    Pero cuestiono mucho el cómo se puede utilizar tan mal ese "despojo", así que como verá, compartimos el criterio de eficiencia. Pero como digo, no creo que la solución pase por dejar de haber despojo, lo que tiene que ocurrir es que se busquen políticas públicas mejor integrables a la sociedad, y quiás eso pase por tomar criterios como el planteado por la iglesia, o quizás por algunos de los que hemos planteado en clases en términos más jurídicos.

    Saludos
    Francisco Javier Bilbao Bonomelli

  • Claudio Palavecino

    6 Oct 200906/10/09 a las 23:00 hrs.2009-10-06 23:00:06

    Querido Francisco, me ha resultado muy sugerente tu reflexión. Sin embargo, no logro comprender "la forma correcta de hacer justicia". Me parece básicamente una apelación a la emotividad de cada sujeto, de ella no obtengo un "criterio general" socialmente aplicable. Y si la pretensión de la Inglesia y lo que tu plantas es nada más que un llamado a la "caritas" de cada empresario, no tengo nada que objetar. La cuestión es si el Estado debe despojar incluso coercitivamente de "lo suyo" a algunos para mantener o mejorar la vida de "otros". Esto plantea dos órdenes de cuestionamiento: el de la "legitimidad" del despojo y la de la eficiencia (si el despojo consigue su fin y si las externalidades negativas que genera son compensadas por una mayor satisfacción individual o social). Me pregunto si podemos escapar del criterio económico y de las preguntas por la eficiencia, cuando la finalidad que se persigue es económica: precisamente incrementar los salarios y la capacidad de consumo de los más pobres..