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EL SURREALISMO EN ALEJANDRA
PIZARNIK
Josefa Fuentes
Gómez
(Universidad de
Murcia)
Resumen:
Alejandra Pizarnik, que comulga con principios de
orden surrealista, renuncia a trabajar estrictamente según lo dictado por este
movimiento. Se podría decir que su primera intención es la de hacer poesía
surrealista, aunque un estudio detallado de su obra revela que la pura
aceptación de esta tendencia sólo se hace patente al final de su vida y en
algunos aspectos concretos de su trabajo. Sin embargo, sí puede señalarse que en
Alejandra hay algo surrealista y que es inherente a ella misma: su deseo de
conquista de lo real que caracteriza al movimiento y que fuera apuntado por
Julio Cortázar como premisa indiscutible del mismo. Pero en este caso no se
trata de una poética, sino de una auténtica forma de ser.
Palabras
clave: Alejandra Pizarnik, poesía,
surrealismo.
1.- El
surrealismo en Alejandra Pizarnik: claves
conceptuales
Apesadumbrado
fantasma de nadas conjeturales, el
nacido
dentro
de la poesía siente el
peso de su irreal, su otra
realidad,
continuo.
Su testimonio del
no ser, su testimonio del acto
inocente
de
nacer, va saltando de la barca a una
concepción del mundo como
imagen,
la imagen como la última de las historias posibles.
J.
Lezama Lima.
Alejandra Pizarnik admira a autores surrealistas como André Breton, Antonin Artaud o Julio Cortázar;
las huellas que testimonian esta predilección pueden reconocerse tanto entre sus
versos como entre las páginas de sus diarios[1]:
"Euforia al leer el cuento de Julio pensé en la posibilidad de un lenguaje que
admite lo que sufro y siento. Evoqué ese lenguaje. ¿Qué hace falta para llevarme
a su realización? Menos miedo"[2];
"Se aproxima a lo que deseo escribir, si bien me gustaría, como Artaud, escribir sobre la disonancia con la mayor belleza
posible"[3].
Esta circunstancia obliga a iniciar el estudio del estilo en Alejandra Pizarnik
con un necesario apunte acerca de su posible adhesión al movimiento surrealista,
corriente cuyo perfil responde a una forma de ser, más que a un conglomerado de
ideas y tentativas formales. Por ejemplo, una reconocida definición de esta
tendencia señala, que el surrealismo es "automatismo psíquico puro mediante el
que se propone expresar, sea verbalmente, sea por escrito, sea de cualquier otro
modo, el funcionamiento real del pensamiento, en ausencia de todo control
ejercido por la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral"[4].
Habría que añadir a este apunte la certera aclaración que Julio Cortázar brinda
en un artículo escrito con motivo de la muerte de Antonin Artaud:
...la razón del
surrealismo excede toda literatura, todo arte, todo método localizado y todo
producto resultante. Surrealismo es cosmovisión, no escuela o ismo; una empresa de conquista de la realidad, que es la
realidad cierta en vez de la otra de cartón piedra y por siempre ámbar; una
reconquista de lo mal conquistado (...) y no la mera prosecución dialécticamente
antitética, del viejo orden supuestamente progresivo[5].
A partir de
estos comentarios básicos, y para interpretar con certeza en qué medida
Alejandra es o no es poeta surrealista, se va a confrontar la opinión que a ésta
le merece su esfuerzo poético, rescatada de sus diarios, con las opiniones de
autores surrealistas y estudiosos de la producción pizarkniana.
En primer
lugar, en torno a lo que André Breton considera como "dictado del pensamiento en ausencia
de todo control racional"[6],
cabe oponer las palabras escritas por Alejandra en la primavera de 1966[7]:
"Mi dificultad con las comas es parte de mi dificultad con el lenguaje
articulado y estructurado. Supongo que pertenezco al género de poeta lírico
amenazado por lo inefable y lo incomunicable. Y no obstante, no lo deseo ser. De
allí mis períodos de obsesión por la gramática (...)"[8].
El empleo de la escritura automática, entendida por los surrealistas
como mero instrumento con el que emprender la creación, se presenta en Alejandra
con particulares matices. Uno de ellos es su angustiosa inquietud por el
resultado de su trabajo, no sólo por el proceso implicado en el mismo, aspecto
que sin embargo es primordial para los surrealistas. El testimonio de Ivonne
Bordelois, quien entra en contacto con la autora en
París en 1960, confirma la preocupación por la obra bien hecha que tortura a la
poeta:
La imaginación,
el mundo imaginario de Alejandra Pizarnik está visiblemente imantado por el
paisaje surrealista. Pero como lo ha dicho más de un escritor -pienso en Becciú, Lasarte, Pezzoni- si bien el entronque visionario y el parentesco
vital de Alejandra con el surrealismo es obvio, su escritura está lejos de ser
surrealista. Este punto se corrobora con mi experiencia propia. Recuerdo las
innumerables veces que en su cuarto de la Rue St. Sulpice o en su casa familiar
de Constitución discutimos los originales de Árbol de
Diana o Los trabajos y las noches. Cada palabra era sopesada en sí misma y
con respecto al poema como un diamante del cual una sola falla en diez mil
facetas bastaría para hacer estallar el texto. Las palabras se volvían animales
peligrosos, huidizos, erizados de connotaciones o asonancias involuntarias,
súbitamente dispersos o excesivamente condensados, crípticos. Se añadía, se
cambiaba, se tachaba, se recortaba, se contemplaba el poema como un objeto
mural, una obsesiva piedra de obsidiana. Nada más lejos de la escritura
automática que este constante regresar e inquirir a cada línea, como a un
pequeño oráculo, el permiso de la vida, al decirse.[9]
Por otra parte,
la escritura automática practicada por los surrealistas acude al recurso de la
documentación, que se alimenta tanto de la vida real como de las visiones del
delirio, y que, sin embargo, en Alejandra Pizarnik se nutre sobre todo del
material extraído de su inconsciente. Frente a la negación del yo, frente a la
experiencia de lo supuestamente real, ejercida por escritores surrealistas, la
autora prefiere ser la exclusiva protagonista de todos sus versos y erigirse en
ellos como única fuente de documentación. De esta manera, aún sirviéndose de la
escritura inconsciente, la actividad que genera su espíritu surge siempre de
ella como sujeto vivencial, es decir, la autora opta
por que el poema se constituya en documento de sí misma.
La consecuencia
de esta opción es que el lector se enfrenta a una preocupante limitación de
temas y palabras, que según César Aira, caracteriza toda la obra pizarkniana: "un autor que se impone restricciones léxicas o
temáticas se está adelantando a su propia muerte, al cierre de su obra"[10].
Este comentario, falsamente premonitorio en tanto que anuncia la muerte creativa
de la poeta, no contradice la inagotable originalidad de sus versos, ya que la
autora, sin llegar al desgaste de unos elementos que son limitados, siempre
otorga a éstos un sentido insólito. Como muestra de ese logro, de esa prodigiosa
habilidad para aludir una y otra vez al mismo tema u obsesión, y para usar la
misma palabra sin que ésta llegue a gastarse o sin que su poder de evocación se
debilite, se presentan los siguientes fragmentos, extraídos de poemas que fueron
escritos en distintos momentos de la vida de Alejandra: "silencio / yo me uno al
silencio / yo me he unido al silencio"; "cuídate de la silenciosa en el
desierto" ; 'Tú haces el silencio de las lilas que aletean en mi tragedia del
viento en el corazón"; "Atesoraba palabras muy puras / para crear nuevos
silencios" ; "Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y
escribo"; "Deseaba un silencio perfecto / por eso hablo"; "El silencio, el
silencio siempre, las monedas de oro del sueño"; "Es tan oscuro, tan en silencio
el proceso a que me obligo. Oh, habla del silencio
(...) No quiero más que un silencio para mí y para las que fui"; "Todo hace el
amor con el silencio. / Me habían prometido un silencio como de fuego, una casa
de silencio"; "Por amor al silencio se dicen miserables palabras";... La palabra
"silencio" se repite en tantas ocasiones que podría quedar vacía de sentido, sin
embargo no ocurre así, como ha podido comprobarse con la lectura de estos
fragmentos.
Se inicia ahora
el comentario de otra proposición surrealista, la brevedad, con la que, al
cerrarse la puerta a cuanto es accesorio o trivial, se asegura la pureza de la
creación. Alejandra Pizarnik confiesa en sus diarios que aspira a escribir de
forma muy simple y clara, distanciada de cualquier abuso retórico. Para ello
elige poemas largos en prosa, que dan la impresión de ser breves poemas, que
empiezan o terminan en cada frase o párrafo:
"Extraño es
cómo y cuánto me obsesiona el aprendizaje de los poemas en prosa, o tal vez,
simplemente, la prosa. ¿Y los poemas? No comprendo por qué no escribo poemas en
verso (influencias del doctor P. R. seguramente). Ahora, cada día, me corroe la
seguridad de una forma imposible de prosa. (…) En el poema en prosa los espacios
son necesarios (cada párrafo una frase como las de Rimbaud. O varias frases. Pero todo dentro de tres o cuatro
líneas. Y con espacios dobles. En caso contrario hay que olvidarse de la
economía del lenguaje y escribir del modo más fluido que existe- Miller)"[11];
"Deseo estudiar muy seriamente el poema en prosa. No comprendo por qué elegí
esta forma. Se impuso. Además, está en mí desde mi libro primero. Nunca leí nada
al respecto. Poemas en prosa abiertos (con silencios) y cerrados -compactos y
casi sin puntos y apartes. Poemas en prosa muy breves -breves como aforismos
(Rimbaud-Phrases)."[12]
Para ilustrar
estas palabras escritas por Alejandra Pizarnik sirve de ejemplo su poema
"Caminos del espejo",[13]
perteneciente al libro Extracción de la piedra de la locura, que fue
editado en 1968, cuando las principales elecciones formales de la autora ya
habían sido concretadas:
I
y sobre todo
mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es
cierto.
II
Pero a ti
quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde
filoso de la noche.
III
Como una niña
de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la
lluvia.
IV
Como cuando se
abre una flor y revela el corazón que no tiene.
V
Todos los
gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que
abandona el viento en el umbral.
VI
Cubre la
memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que
fuiste.
A pesar de que
sólo han sido trascritas seis de las diecinueve "frases" que componen este
poema, con ellas se muestra la predilección pizarkniana por enumerar o presentar los versos
aisladamente. En caso de que su prosa poética no ofrezca este aspecto, suele
responder al siguiente modelo de escritura:
Detrás de un
muro blanco la variedad del arco iris. La muñeca en su jaula está haciendo el
otoño. Es el despertar a las ofrendas. Un jardín recién creado, un llanto detrás
de la música. Y que suene siempre, así nadie asistirá al movimiento del
nacimiento, a la mímica de las ofrendas, al discurso de aquella que soy anudada
a esta silenciosa que también soy. Y que de mí no quede más que la alegría de
quien pidió entrar y le fue concedido. Es la música, es la muerte, lo que yo
quise decir en noches variadas como los colores del bosque.[14]
Puede
observarse que la abstracción absoluta que emana de este poema nace, sobre todo,
de la pureza del presente. Desde ese estado o condición, lucha Alejandra
Pizarnik por realizar un lenguaje en el que se confunda "el problema de la
imagen con el problema crucial del ser"[15]:
No sólo doy
imágenes sino hasta reflexiones: me quejo, discuto, unifico, enciendo, corrompo,
y todo ello con palabras que no son mías, y ni siquiera tengo demasiadas faltas
gramaticales; todo sucede como si realmente fuera así, como si yo pensara, yo
sintiese, yo viviera. Y no soy más que una silenciosa, una huérfana sordomuda,
hija de algo que se arrodilla y de alguien que cae.[16]
Gracias al
conjunto de todos estos argumentos, que pretendieron ser considerados desde un
punto de vista formal y que, finalmente, se imbricaron con posturas conceptuales
y vitales, se revela que Alejandra Pizarnik adopta dos actitudes opuestas ante
el surrealismo. Por una parte comulga con sus principios y por otra renuncia a
trabajar estrictamente según lo dictado por el movimiento. Se podría decir que
su primera intención fue la de hacer poesía surrealista, aunque un estudio de su
obra revela que la pura aceptación de esta tendencia sólo se hace patente al
final de su vida y en algunos aspectos concretos de su trabajo. Sin embargo, sí
puede señalarse que en Alejandra hay algo surrealista y que es inherente a ella
misma: su deseo de conquista de lo real que caracteriza al movimiento y que
fuera apuntado por Julio Cortázar como premisa indiscutible del mismo. Pero en
este caso no se trata de una poética, sino de una auténtica forma de
ser.
Víctor Gustavo
Zonana escribe un estudio verdaderamente retrospectivo
y globalizador que puede servir de síntesis explicativa a cuanto ha sido
enumerado hasta ahora. Considera este autor que Alejandra Pizarnik trabaja sobre
el poema con un rigor que nada tiene que ver con el automatismo y la aspirada
libertad creadora que promulga el movimiento surrealista: "Lo cierto es que mi
manera de corregir no es buena y otra no conozco. Cuando yo corrijo, explico y
traduzco para ganarme la calificación, quizás, de criatura racional o
intelectual"[17];
así mismo añade que el culto a la palabra la somete a un insomnio alejado de ese
estado ideal del sueño en el que los surrealistas pretendieron sumergirse para
crear: "pasarme las noches de mi vida escarbando en el lenguaje como una loca"[18];
y, por último, advierte que su lucidez y su visión poética le impiden aceptar el
triunfo de la poesía que, ante la imposibilidad de nombrar, siempre la conduce a
un estado de fragmentación: "Falta de fe en la imaginación creadora. Si no fuera
así no leería para aprender sino para gozar. ¿Aprender qué? Formas. No, no es el
deseo de frecuentar modos de expresión. Mis contenidos imaginarios son tan
fragmentarios, tan divorciados de lo real, que temo, en suma, dar a luz nada más
que monstruos"[19].
Alejandra, que vive, lee y escribe en la estela de surrealismo, por encima de
cualquier otro gesto, hereda de esta tendencia la intención de explorar en su
inconsciente, auxiliada por el viejo poder de la imaginación[20].
2.
Poesía y pintura: la seducción de la imagen
La escritura
surrealista implica un trabajo de documentación que se basa, sobre todo, en el
predominio de la imagen. Se trata de una poesía visual por naturaleza, pero que
conduce al dibujo más que a la escultura o la pintura. En el caso que nos ocupa
se intuye en la poeta un gusto por cultivar la imagen[21],
aunque se ha insistido en que no de forma desordenada, como dictaban premisas
surrealistas en su "empleo desarreglado y pasional de la estupefactiva imagen"[22]:
"Sin embargo mi manera de corregir me parece un gran hallazgo. Debiera
perseverar en ella. Gracias a ella, separo la imagen de las fantasías
ocasionales o escoria o distracción".[23]
Tras abandonar
las carreras de Filosofía y Periodismo, Alejandra estudia pintura con el
surrealista uruguayo Juan Batle Planas[24].
No cabe duda de que el desarrollo de esta actividad influye decisivamente en el
modo en que la autora crea más tarde sus ansiados poemas: "Euforia al ver los
cuadros de Enrique Molina. La pintura surrealista me alegra como nada en el
mundo. Me alegra y me serena"[25].
Del Diccionario del Surrealismo es rescatado un fragmento, que vincula
estas primeras tentativas de expresión pictórica practicadas por Alejandra con
su posterior entrega poética:
El único
dominio explotable hoy por el pintor es el de la representación mental
pura tal como se extiende más allá de la percepción verdadera, sin por ello
dejar de ser uno solo con el dominio alucinatorio. El llamamiento a la
representación mental (fuera de la presencia física del objeto) suministra -como
dijo Freud- sensaciones en relación con procesos
que se desarrollan en las más diversas, incluso las más profundas, capas del
aparato físico. En arte la busca cada vez más sistemática de estas
sensaciones trabaja en la abolición del mí en el sí. (...).[26]
Las palabras
subrayadas sirven para insistir en aquellas características que André Breton atribuye a la pintura
surrealista, esto es, la representación mental pura, el dominio alucinatorio,
las sensaciones que se desarrollan en las capas más profundas del aparato físico
y la abolición del mí en el sí. Desde este planteamiento se entiende que la
palabra asume la función de crear la realidad perceptual, que no es otra cosa que el resultado de suprimir
la distancia entre sujeto y objeto, al tiempo que una especie de fuerza poética
produce imágenes gratuitas e inexplicables.
Para el
desarrollo de este comentario es necesario acudir a la tesis formulada por el
profesor Cervera Salinas[27].
Se trata de admitir que los surrealistas son poetas del "percepto" que, situados ante el mundo, extraen perceptos de él y configuran su universo poético con
palabras, que no sólo imitan, sino que crean una realidad propia. El artista
tiene la misión de atraer esa mencionada fuerza poética, para manifestarla o
actualizarla en imágenes. Entonces se cierran las puertas de la vigilia,
aspiración surrealista, y se establece una nueva visión del mundo en donde la
unidad de la conciencia resulta ser un conjunto de voces que, desde lo más
profundo, construyen el verdadero yo. Con este procedimiento, se revelan
elementos inconscientes en lo poético que surgen de forma no deliberada, aunque
siempre se necesite la voluntad colaboradora del poeta. En estos momentos la
imaginación recupera su trono o hegemonía, tal y como Shelley[28]
pretendiera años antes, al entender que la creación se sostiene en una facultad
creadora que la necesita, esto es, se está ante una razón imaginativa. Acentuado
el carácter involuntario de toda creación, la inspiración y lo inconsciente se
vuelven sinónimos. Y puesto que en el surrealismo la inspiración se manifiesta
en imágenes[29],
Alejandra Pizarnik, fascinada por esta nueva forma de ser, aprende a construir
sus imágenes poéticas alentada por su inspiración; mientras que es su voluntad
quien cincela, recompone y construye, para lograr la exacta e inalcanzable
expresión de su subjetividad: "(...) quedan algunos poemas como huesos de muerto
que cincelo en mis noches miedosas"[30].
Al optar por
este camino, la poeta se somete a la revelación poética al modo en que es
entendida desde la propuesta surrealista. Se exige "una búsqueda interior que no
se parece en nada a la introspección o al análisis", ya que, más que ante una
"búsqueda", se está ante una "actividad psíquica capaz de provocar la pasividad
propicia a la aparición de imágenes"[31].
Pero esta búsqueda[32]
es para la autora un vértigo, un delirio; su búsqueda no implica acción, sino
"empezar a ser eso que verdaderamente se es y que no se quiere y no se sabe y no
se puede ser"[33].
Emprendido el viaje hacia sí misma, la poeta va a convertirlo en una paradoja
sin rumbo, trayecto que se cumple de forma progresiva desde La tierra más
ajena hasta Los pequeños cantos, último de sus libros. Como sobre un
muro, Alejandra Pizarnik traza, con movimientos rápidos, sus imágenes
alucinantes, manteniendo una lógica aparentemente absurda: “(...) En un muro
blanco dibujas las alegorías del reposo”[34].
Se recupera aquí la cuestión de la identidad surgida entre la forma poética y la
pictórica, que parece estar descansando en la "supremacía del sentido visual"[35],
y que adquiere una extrema importancia en el método de trabajo pizarkniano[36].
Al recurrir Alejandra Pizarnik a la pintura, más concretamente al dibujo, se
interpreta que en el empleo de este recurso encuentra la posibilidad de aludir
en silencio a las imágenes de sus sombras interiores:
cada día son
más breves mis poemas: pequeños fuegos para quien anduvo perdida en los extraños
(…). Me concentro mucho tiempo en un sólo poema. Y lo hago de una manera que
recuerda, tal vez el gesto de los artistas plásticos: adhiero la hoja de papel a
un muro y la contemplo: cambio palabras, suprimo versos. A veces, al suprimir
una palabra imagino otra en su lugar, pero sin saber aún su nombre. Entonces a
la espera de la palabra deseada, hago en su vacío un dibujo que la alude. Y este
dibujo es como un llamado ritual.[37]
Testimonio de
esta actividad son las páginas en las que la poeta, presa del delirio, dibuja y
escribe al mismo tiempo. El sujeto poético se siente desbordado; el poeta pasa a
ser, esencialmente una ininterrumpida sucesión de
imágenes confusas, que parecen salir del hueco que hay entre la vigilia y el
sueño, entre el delirio y la lucidez; casi como si el poema se volviera contra
quien lo escribe.[38]
Entonces actúa el tiempo, que convierte las experiencias en imágenes no
diferentes de las oníricas, consiguiendo ser reducidas por la memoria a
numeradores de nuestra conciencia. Las imágenes, instaladas en un plano donde el
origen vital u onírico de las mismas es irrelevante, quedan convertidas en
representaciones:
Como una voz no
lejos de la noche arde el fuego más exacto. Sin piel ni huesos andan los
animales por el bosque hecho cenizas. Una vez el canto de un solo pájaro te
había aproximado al calor más agudo. Mares y diademas. Mares y serpientes. Por
favor, mira cómo la pequeña calavera de perro suspendida del cielo raso pintado
de azul se balancea con hojas secas que tiemblan en torno a ella. Grietas y
agujeros en mi persona escapada de un incendio. Escribir es buscar en el tumulto
de los quemados el hueso del brazo que corresponda al hueso de la pierna.[39]
Dicho esto, se
desvela una clave fundamental de la poética pizarkniana, el empleo de emblemas,[40]
es decir, de imágenes que van a ser usadas como representación
simbólica de otra cosa[41].
La poeta reitera sin piedad imágenes que como términos emblemáticos configuran
sus escritos y, por lo tanto, a ella misma: "Feroz alegría cuando encuentro una
imagen que me alude"[42].
La razón de esta alegría se entiende si se acepta la función que Octavio Paz
atribuye a la imagen: "La imagen trasmuta al hombre y lo convierte a su vez en
imagen, esto es, en espacio donde los contrarios se funden. Y el hombre mismo,
desgarrado desde el nacer, se reconcilia consigo cuando se hace imagen, cuando
se hace otro". Siguiendo la tesis formulada por este autor, las imágenes tienen
sentido al reproducir la pluralidad de la realidad y, al mismo tiempo, otorgarle
unidad a ésta, ya que gracias a ellas el nombre y lo nombrado son lo mismo, pues
el sentido de la imagen acaba siendo la imagen misma. No se debe olvidar que
toda imagen acerca o acopla realidades opuestas, indiferentes o alejadas entre
sí, que hacen recordar lo que hemos olvidado que somos realmente. Tal vez, por
eso, y con el fin de elaborar con esencias los símbolos que expresen su drama
personal, su multiplicidad, Alejandra Pizarnik busca la concentración, la
brevedad y la intensidad que ya fueron mencionadas cuando se habló de sus
preferencias formales.
Retornando el
estudio de los símbolos temáticos o emblemas hay que recordar que éstos no son
más que palabras que son usadas como imágenes. A través de este recurso la
emoción de la poeta se revela de forma indirecta; herencia del romanticismo que
Baudelaire -poeta admirado por Alejandra- asumiría, y que consiste en el
empleo de imágenes que representan de forma indirecta aquello que quiere ser
expresado. El movimiento surrealista recoge esta práctica y utiliza las palabras
como si éstas consistieran en "verdaderos objetos a través de las múltiples
sensaciones que evocan, igual que en los objetos están implícitas diversas
imágenes según los ojos y el recuerdo de quien los percibe"[43].
Para Alejandra Pizarnik siempre es cuestión de palabras; cuando habla de su
oficio se refiere de modo exclusivo a palabras, aquellas que se repiten con
insistencia y que, sin embargo, no limitan su poesía: muñecas, jardín, reina,
viento, bosque, viajera, espejo, niña,... Ajena a la tesis lacaniana de que al nombrar se mata a la cosa misma, de que
el lenguaje es incapaz de expresar la realidad y de que sólo se puede hablar de
lo obvio, la poeta decide supeditar cualquier otro objetivo vital a la búsqueda
de la palabra exacta. Ella presiente que las palabras, en ocasiones, sí hacen
alusión, de ahí nace su deseo primero de hacer poemas terriblemente exactos, en
contra de ese surrealismo innato aprendido en sus
comienzos:
Sin saber cómo
ni cuando, he aquí que me analizo. Esa necesidad de abrirse y ver. Presentar con
palabras. Las palabras como conductoras, como bisturíes. Tan sólo con las palabras, ¿es esto posible? Usar
el lenguaje para que diga lo que impide vivir. Conferir a las palabras la
función principal. Ellas abren, ellas presentan. Lo que no diga no será
examinado. El silencio es la piel, el silencio cubre y cobija la enfermedad.
Palabras filosas (pero no son palabras sino frases y tampoco frases sino
discursos)[44].
Conviene llevar
a cabo en este momento un repaso de la ideas presentadas hasta ahora acerca de
la imagen artística: en primer lugar con la propuesta de André Breton se enumeran los
principales aspectos surrealistas implicados en el modo de creación pictórica,
de donde se extrae un nuevo perfil de artista instalado en el mundo desde el
dominio de la alucinación y la abolición de sí mismo; más tarde, gracias a la
tesis formulada por el profesor Vicente Cervera Salinas, se imbrica el modo de
hacer surrealista con el talante de los poetas del percepto, quienes actualizan en imágenes el mundo de los
objetos frente al que se sitúan; se alcanza así el estado de revelación que la
voluntad del artista persigue y busca incansablemente, y que otorga la
consecución de la imagen vitalmente necesaria, ya sea poética o pictórica, a la
que se atribuye el nombre de representación; desde este nuevo plano, donde
lo onírico o vital quedan confundidos, nace el emblema, gracias al que se logra
reunir la pluralidad de lo real, y con el que el poeta expresa la multiciplicidad de su fragmentación, como Octavio Paz
sugiere cuando alude al poder de la imagen que concede la unidad perseguida; por
último, se incorpora un comentario sobre la importancia que para Alejandra
Pizarnik tienen las palabras. Llegados a este punto se vuelve a insistir en que
la palabra no siempre es suficiente para la poeta y en que, tal vez por eso,
cuando no se presenta ante ella la imagen requerida, acude al dibujo y,
entonces, en sus poemas, dibuja y escribe, o lo que sería lo mismo, en sus
pinturas dibuja y escribe. Se trata de llevar a cabo la reunificación de lo
fragmentario a partir de la imagen, ya sea ésta representación pictórica o
poética.
Como puede
entenderse a partir de lo dicho, los dibujos efectuados por Alejandra Pizarnik,
en los que se incluyen palabras o versos, son el reflejo de un proceso de
creación que sí está plenamente vinculado a la doctrina surrealista, puesto que,
entre otros aspectos ya mencionados, la autora participa del automatismo, la
espontaneidad y el azar que, aunque en principio fueran proclamados por el
dadaísmo, sólo el espíritu surrealista organiza en un conjunto de reglas. La
síntesis que unifica poesía y figuración es la imagen como resultado de la
operación creativa, una imagen que apunta, en este caso, a la "disimilitud" que
aproxima realidades lo más lejanas posible la una de la otra, de donde parece
surgir su belleza, como enseñara Lautreamont[45]:
Por ello, el
artista surrealista, al dar vida a la imagen, viola las leyes del orden natural
y social. Pero ésta es, precisamente, su finalidad, ya que, al acercar
repentinamente y por sorpresa dos términos de la realidad que parecen
inconciliables, y al negar así el resultado de tal operación un "shock" violentísimo que pone en marcha su imaginación por
los insólitos senderos de la alucinación y del sueño.[46]
La observación
o contemplación de estas imágenes o dibujos, en el caso que nos ocupa, remiten a
la búsqueda de una expresión plástica que, como se vio, reclama a la palabra:
"Entonces a la espera de la palabra deseada, hago en su vacío un dibujo que la
alude. Y este dibujo es como un llamado ritual".
Antes de
finalizar con esta reflexión sobre la imagen conviene rescatar la figura de
Nadja, protagonista de uno de los libros preferidos de
Alejandra Pizarnik[47],
y con quien ésta establece una reveladora identificación. Ambas, por ejemplo,
pertenecen a la "orden de las damas nocturnas"; pero lo que nos interesa en este
momento es que las dos acuden al dibujo surrealista para comunicar lo
indecible.
3.-
La disolución de la forma como disolución del ser
Pero antes de
concluir se debe tener en cuenta el proceso evolutivo padecido por el verso
pizarkniano, progresivamente ilógico, y en el que se
pone de manifiesto que se está ante una poesía donde se experimenta la
disolución misma del ser. En una obra completa, que abarca desde 1955 a 1972[48],
la voz poética va cambiando de registro, aluvión simbolista que la caracteriza
-recordemos ese libro tan querido por la autora, De Baudelaire al
surrealismo-, y que se revela en una creación de carácter emblemático, viene
acompañado de una importante ruptura del discurso, desestructurado sobre todo a
partir de La extracción de la piedra de la locura, libro escrito entre
1962 y 1966. A estos dos rasgos, el uso de lo emblemático y el lenguaje
fragmentario, hay que añadir el interés de la poeta por rozar los límites de la
significación. Esto es, una búsqueda de la palabra exacta, perseguida
obsesivamente incluso a través del trazo pictórico, como se dijo. En el estudio
de esta orientación, apunta Guillermo Sucre[49]
que la actitud de Alejandra Pizarnik se modifica conforme ésta se obsesiona,
perdiendo parte de su inicial rigidez compositiva; propuesta que Cristina Piña
respalda en su estudio de la obra pizarkniana. Ambos
críticos consideran que es la desestructuración del
sujeto la que revierte en la desestructuración del
lenguaje, erigido éste en la única sustancia posible de realización vital.
Llegado este momento, los continuos movimientos verbales que asisten al poema,
con sus saltos y regresos, nos dicen que éste es una renovación constante en el
que "la imagen"[50]
domina todo un discurso que ha sido roto. El riesgo que asume la subjetividad,
decidida a asentarse exclusivamente en la palabra, se acentúa a partir de
Nombres y figuras, libro escrito en 1969; aunque es en la pieza teatral
Los poseídos entre lilas donde Alejandra Pizarnik alcanza el puro
delirio, cuando la palabra consigue, en apariencia, "decirlo todo, romperlo
todo, jugarlo todo: un desafuero todavía bajo control, pero desafuero al fin"[51]:
Entonces quiere
vivir. Dame el diccionario de caballero (...).Creo que el hipopótamo me conviene
más que la ventana. (Busca)
Veamos:
"Anfibio paquidermo llamado vulgarmente caballo marino, que vive en los grandes
ríos y relincha como el caballo. Pero lo mejor son las palabras que le siguen el
pobre hipopótamo: "hipoquerida"; "hipostibito"; "hipotóxoto"; "hirsucia"; "hirticando"; "hirtípedo"; "hisopifoliado";
"hispiditez"... Hispiditez,
parece una despedida estúpida entre hispanos y piditas.
Ese juego deconstructivista del lenguaje estalla en el libro El
infierno musical, entre los años 1970 y 1971, cuando la poeta ya sólo puede
escribir, es decir, cuando ésta ha perdido el don poético al sumirse en la más
absoluta soledad, consecuencia de una inalcanzable fusión entre vida y poesía,
proceso que será desvelado en el último apartado de este estudio: "La cantidad
de fragmentos me desgarra"[52].
Alejandra Pizarnik exige tanto a la palabra deseada que sus poemas se convierten
en juegos verbales en plena ebullición; no nos ofrece una materia sólida o
compacta, sino un cuerpo cambiante que fluctúa y se deshace[53].
El poema entendido como un golpe de intensidad que emociona, que hace sentir la
búsqueda de la poeta, su tantear a ciegas. En esta poesía el lector se enfrenta
a la intensidad del nombrar, a la revelación instantánea que calcina[54]
la realidad perseguida. La Bucanera de Pernambuco o Gilda la Polígrafa, 1970-1971, incluye
textos que evidencian este naufragio del lenguaje y que remiten a otros tantos
experimentos surrealistas de la época[55]:
Con manubrio de
cinabrio dibujó la Cimabue a la ciclista de Mermerodes;
-merma el
jabón- dijo el libertinaje en tinajas de Guanajuato. Culomancia de damajuanita atiborrada de congrio, de ceros,
de madreceldas, sin ambajes,
por verde ensalmo de verdiparador cabe el broquel
bró-bró.
-¿Quién brobrobra en la noche?- dijo sin brío ni brea pero con doble
oblea, Galatea (subiendo con la tea de su tía Lea).
Para desatigrar a su tigresa;
para piramedar sus medos, y que se desdieden sus miedos;
para desapenar
a la enana entre pinos- suspira Piria, supina Pina
faló la falúa en la falleba;
(...) -supong quel tsac tlamet laloc; rnás jus pong pen por yá jus ¡yajuslaloc!, ¡alborozay![56]
En cualquier
caso, y partiendo del vínculo existente entre arte surrealista y poesía pizarkniana, se entiende que los mecanismos de creación que
la poeta maneja están próximos a los que un enfermo psicótico puede llevar a cabo; esto es, durante los períodos
de creación en los que Alejandra sí pone en práctica recursos formales y de
creación surrealistas, como son el rechazo a la elaboración lógica del verso, el
antirrealismo o la liberación del automatismo
inconsciente, puede llegar a confundirse su estado artístico con el estado de la
locura. Esta conexión es más palpable durante el último período de su vida,
sobre todo a partir de su obra El infierno musical. Alejandra Pizarnik,
que se padece desfijada, acude a lo simbólico para aspirar a su fijeza, a la
reunión de sus fragmentos: "(...) y yo quiero escribir una obra extensa en vez
de fragmentos"[57];
"Mis contenidos imaginarios son tan fragmentarios, tan divorciados de lo real,
que temo, en suma, dar a luz nada más que monstruos"[58].
Asustada, y en su intento de no perecer ante ellos, los
emblematiza.
Sólo a través
del estudio de ciertos emblemas, entendidos como auténticas metáforas
autobiográficas, se hace posible desvelar la esencialidad de la problemática
pizarkniana; su particular residencia en ese lugar
privilegiado donde cohabita la autora con esos "cuerpos poéticos" que son la
intuición de la otra orilla perseguida, del absoluto. Una primera aproximación a
sus imágenes poéticas nos enseña que éstas poseen una lógica propia y una verdad
estética que sólo vale dentro del universo poético en que se integran[59].
De este modo, la poeta, que crea realidades dueñas de "su" verdad, construye con
sus emblemas la realidad verdadera de su propia existencia[60]:
para reconocer
en la sed mi emblema para significar el único sueño
para no
sustentarme nunca de nuevo en el amor
he sido toda
ofrenda
un puro
errar
de loba en el
bosque
en la noche de
los cuerpos
para decir la
palabra inocente.[61]
[1] Pizamik, Alejandra: SEMBLANZA,
Frank Graziano
(introducción y compilación), México, Fondo de Cultura Económica, 1992, pág. 23,
"Diarios (1960-1968)". Las entradas fechadas en 1960-1961, fueron publicadas por
Alejandra Pizarnik en la revista colombiana "Mito" (números 39-40, 1962). Las
entradas posteriores a 1961 no han sido publicadas en español. Fueron
seleccionadas y reunidas por Ana Becciú entre los
documentos que Alejandra Pizarnik dejó al morir. La selección de Ana Becciú, hasta 1963, constituye un "resumen de diversos
diarios" preparado por Alejandra Pizarnik en 1965. Los textos subsecuentes se
basan en una selección inicial de los diarios hecha por Olga Orozco y Ana Becciú poco después de la muerte de Alejandra
Pizarnik.
[2] Pizamik, Alejandra: Op. cit., Buenos Aires, 1965, 9 de
julio, pág. 269.
[3] Pizamik, Alejandra: Op. cit., Buenos Aires, 1968, 18
de agosto, pág. 289.
[4] Durozoi,
G. / Lecherbonnier, B.: EL SURREALISMO, Madrid,
Guadarrama, 1974, pág. 81. Fragmento extraído del Primer Manifiesto
Surrealista escrito por André Breton en 1929.
[5] Cortázar, Julio: OBRA CRÍTICA,
2, Madrid, Edición de Jaime Alazraki, Alfaguara,
1944, pág. 151.
[6] Breton,
André: DICCIONARIO DEL SURREALISMO, Buenos
Aires, Ediciones Renglón, 1987, pág. 104.
[7] Conviene indicar que éste no es el
único comentario formulado por la autora en donde se manifiesta su evidente
interés por "corregir" y modificar lo que ella reconoce como su acento. A
continuación se enumeran otros ejemplos en los se que se muestra su grado de
preocupación: El 25 de marzo de 1961 comenta en su diario que ni siquiera tiene
faltas gramaticales, hecho que parece sorprenderle. El 11 de julio de 1965 se
siente horrorizada ante su propio lenguaje: "Basta de retórica...", y el
25 de julio de ese mismo año aumenta su angustia: "¿y la literatura? Rotundo
fracaso. (...) Mi búsqueda de un lenguaje "puro" es una prueba
de mi impotencia". El 3 de mayo de 1966 insiste en su dificultad con
las comas que pertenecen a un lenguaje estructurado y articulado; y el 26 de
mayo declara que su manera de corregir no es buena, pero que no conoce otra. El
27 de junio de 1968 alude al 'método riguroso y artificial" con que
corrige Violario, del que obtiene un lenguaje "punzante" y "acerado"
como un cuchillo; el 17 de agosto de ese año habla de su sufrimiento al
escribir como escribe, con un acento que espera transformar ya que siente que
"acento y palabra justa" están en ella escindidos. Un día después
insiste en su deseo de escribir, como Artaud, sobre la
disonancia.
[8] Pizamik, Alejandra: Op. cit., 1992, Buenos Aires,
1966, 3 de mayo, pág. 278.
[9] Piña, Cristina: ALEJANDRA PIZARNIK, Buenos Aires,
Planeta, 1992. En la pág. 12 de su obra sobre Alejandra Pizarnik prosigue el
testimonio de lvonne Bordelois: "Yo tendía como podía mi espejo a veces
admirante, a veces desorientado: la poesía de Alejandra, que en ciertos momentos
alcanza las cimas más altas del español del siglo XX, es engañadamente simple y
requiere un enorme recogimiento y lentitud de lectura para ser plenamente
alcanzada. Y no basta con revisar y pulir cada uno de los textos: importa además
sobremanera -y esto lo sabe cualquier poeta que quiera verse implicado- el
ordenamiento de los mismos poemas, el evitar que un poema arroje una sombra
prematura sobre el siguiente, el cancelar el desequilibrio de las voces, el
saber trenzar las transiciones sabias y enfrentar las rupturas necesarias. Hasta
la madrugada nos hundíamos en estrategias y estratagemas y en el camino se iban
intercalando citas y recuerdos, los invitados fantasmas, el mundo en que
Alejandra vivía como pequeña princesa y lejana mendiga. Rimbaud, el Quevedo de los Sueños, Nerval, Elena Garro, Olga Orozco, Enrique
Molina".
[10] Aira, César: ALEJANDRA
PIZARNIK, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 1998,
pág. 39.
[11] Pizamik, Alejandra: Op. cit., 1992, Buenos Aires,
1968, 17 de agosto, pág. 289.
[12] Pizamik, Alejandra: Op. cit., 1992, Buenos Aires,
1967, 7 de junio, pág. 281.
[13] Pizamik, Alejandra: OBRAS COMPLETAS, Colombia, Corregidor,
1994, pág. 131.
[14] Pizamik, Alejandra: Op. cit., 1994, Extracción de
la piedra de la locura, "Las promesas de la música", pág.
128.
[15] Breton,
André: DICCIONARIO DEL SURREALISMO, Buenos
Aires, Ediciones Renglón, 1987, pág. 104. Premisa surrealista que fuera
verbalizada por Paul Eluard y Marcel Raymond.
[16] Pizamik, Alejandra: Op. cit., 1992, París, 1961, 25 de
marzo, pág. 251.
[17] Pizamik, Alejandra: Op. cit., Buenos Aires, 1966, 26
de mayo, pág. 281.
[18] Pizamik, Alejandra: Op. cit., París, 1961, 2 de mayo,
pág. 254.
[19] Pizamik, Alejandra: Op. cit., Buenos Aires, 1966, 24
de mayo, pág. 279.
[20] Zonana,
Víctor Gustavo: "Itinerario del exilio: la poética de Alejandra Pizarnik",
Signos. n 41-42. Volumen XXX, 1977, págs.
119-144, cita pág. 121: "Se suele inscribir a Alejandra Pizarnik en la difusa
corriente del surrealismo argentino, aunque no se la considere una representante
"ortodoxa" del movimiento”. “Alejandra Pizarnik arraiga en una modalidad
particular de la poesía órfica que se desarrolla en 1a Argentina entre el '40 y
el '50. Desde esta perspectiva se explica la presencia, en toda su obra, de los
tópicos de la infancia como paraíso perdido, el poeta como ser caído, como
visitante del reino de los dioses y de los muertos, la noche como ámbito propio
para poetizar, etc. En la lírica argentina, el desarrollo de esta forma de
orfismo literario corresponde a la consolidación del registro neorromántico y al
segundo empuje del surrealismo", pág. 122.
[21] Cabe añadir a este respecto que
Alejandra Pizarnik no sólo cultiva la poesía, sino que también dedica tiempo a
la pintura. Su interés por las artes plásticas le permitió cultivar la imagen,
trasladando sin dificultad el modo de representación pictórica al poema. Aunque
sobre este uso de la imagen habrá mucho que decir tras esta reflexión
inicial.
[22]
Breton, André: Op. cit., 1987, pág.
104.
[23] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1992, Buenos Aires,
1966, 26 de mayo, pág. 281.
[24] Piña, Cristina: Op. cit., 1991, pág. 64: "1955 no
sólo es un año crucial por la publicación de su primer libro, sino que aparecen
nuevas personas y grupos de escritores en la vida de Alejandra. En cierto
sentido sus intereses parecen definirse más y se abre una nueva posibilidad
expresiva -la pintura- que resulta clave para la construcción de su
poética".
[25] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1992, Buenos Aires,
1964, 8 de julio, pág. 261.
[26]
Breton, André : Op. cit., 1987, pág. 82.
El fragmento citado
termina diciendo: "se esfuerza en consecuencia por hacer predominar el principio
del placer sobre el principio de realidad... Al pintor se le ofrece un mundo de
posibilidades que va desde al abandono puro y simple al impulso gráfico hasta la
fijación en 'trompe-l’oeil' de las imágenes del sueño,
pasando por todos los medios de la interpretación 'paranoico-crítica'... la
pintura y la construcción surrealistas han permitido, alrededor de e1ementos
subjetivos, la organización de percepciones de tendencia objetiva. Estas
percepciones presentan un carácter trastornante, revolucionario, en el sentido
de que apelan imperiosamente, en la realidad exterior, a algo que les conteste.
Este algo será".
[27] Para aclarar este comentario es
necesario remitirse o acudir a la propuesta que el profesor Vicente Cervera
Salinas desarrolla en su trabajo: JORGE LUIS BORGES, HISTORIA DE UNA
ETERNIDAD, Murcia, Universidad de Murcia. Secretariado de Publicaciones,
1992. En su libro se incluye el poema machadiano del que se extrae esta teoría y
otras perspectivas de estudio, pág. 14: "Mientras la abeja fabrica, / melifica,
/ con jugo de campo y sol, /yo voy echando verdades / que nada son, / vanidades
/ al fondo de mi crisol. / De la mar al percepto, /
del percepto al concepto, / del concepto a la idea / -
¡Oh, la linda tarea - / de la idea a la mar. / ¡Y otra
vez a empezar!”. Machado, Antonio: "Parábola VIII" de Campos de Castilla,
en POESÍA COMPLETA. Madrid, Espasa-Calpe,
1982, págs 232-233.
[28] Shelley,
P. B.: DEFENSA DE LA POESÍA, Barcelona, Edicions 62, 1986, págs. 23-24:
"La razón es a la imaginación lo que el instrumento al agente, lo que el cuerpo
al espíritu, lo que la sombra a la substancia. (...) La Poesía, en sentido
general, puede definirse como "la expresión de la imaginación" y es congénita al
espíritu del hombre".
[29] Duplessis, Ivonne: EL SURREALISMO, Barcelona,
Editorial Oikus Tau, 1972,
pág. 58: "El vicio llamado surreal es el empleo
desordenado y pasional de la imagen estupefaciente, o más bien de la provocación
sin control de la imagen por sí misma y por lo que ella integra en el dominio de
la representación, de perturbaciones imprevisibles y de metamorfosis, puesto que
cada imagen obliga en cada ocasión a revisar todo el
universo".
[30] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1992, París, 1962, 29 de
diciembre, pág. 258.
[31] Paz, Octavio: EL ARCO Y LA
LIRA, México, Fondo de Cultura Económica, año 1973, "El ritmo", pág. 54: "El
lenguaje del poema está en él (en el poeta) y sólo a él se le revela. La
revelación poética implica una búsqueda interior. Búsqueda que no se parece en
nada a la introspección o al análisis; más que actividad psíquica capaz de
provocar la pasividad propicia a la aparición de
imágenes".
[32] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1994, "Buscar", pág.
193: "No es un verbo sino un vértigo. No indica acción. No quiere decir ‘al
encuentro de alguien’, sino ‘yacer porque alguien no
viene’".
[33] Cortázar, Julio: RAYUELA,
Madrid, Edición crítica, Julio Ortega, Saúl Yurkievich, coordinadores. CSIC Archivos, 1991, cap. 61, pág. 295: "Como una puerta de ópalo y diamante
desde la cual se empieza a ser eso que verdaderamente se es y que no se quiere y
no se sabe y no se puede ser".
[34] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1994, EXTRACCIÓN DE
LA PIEDRA DE LA LOCURA, "Extracción de la piedra de la locura", pág, 135.
[35] Yates, Frances A.: EL ARTE DE LA MEMORIA, Madrid, Taurus, 1974, pág. 44: "La teoría que iguala poesía y
pintura descansa asimismo en la supremacía del sentido visual; tanto el poeta
como el pintor piensan en imágenes visuales que el uno expresa poéticamente y el
otro pictóricamente".
[36] Piña, Cristina: Op. cit., 1991, págs. 160-161, comenta este aspecto: "En el segundo capítulo
señalé la importancia que esta dimensión plástica tenía para su concepción de la
poesía. Me refería a su manera de considerar el poema en su dimensión material
concreta, como algo que no sólo "decía" un determinado contenido, sino que
delineaba una suerte de "objeto" o de "diseño" en el espacio de la página en
blanco. Dicha concepción plástica del poema, si bien nunca la llevó a ensayos al
estilo concretista, creo que determinó tanto su
relación material con las palabras como las formas eminentemente espaciales de
su imaginación creadora. (De ahí las múltiples espacializaciones registradas en su poesía: el bosque, el
jardín, el cuerpo, la orilla…) En otro sentido, también se vincula con su
percepción plástica de la tarea de corrección del poema, según lo dice en el
mismo texto acerca de la concepción de la poesía que he citado antes, escrito en
París: "...lo hago (el trabajo sobre el poema) de una manera que recuerda el
gesto de los artistas plásticos...".
[37] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1994, págs. 367-368.
[38] En este sentido esta función
recuerda a la tesis formulada por Cioran, E. M.: LA
CAÍDA EN EL TIEMPO, Barcelona, E. Gallimard, 1993, págs. 9-32, El árbol de la vida, pág. 10: "No
somos realmente quienes somos sino, cuando, cara a cara con nosotros mismos, no
coincidimos con nada, ni siquiera con nuestra singularidad". La idea defendida
por el filósofo insiste en que el querer saber es como pensar contra uno mismo.
Aceptado este pensamiento parece que Alejandra Pizarnik, que escribe su poema
para saberse reunida, asume el peligro al que alude el
filósofo.
[39] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1994, EXTRACCIÓN DE
LA PIEDRA DE LA LOCURA, "Extracción de la piedra de la locura", pág.
135.
[40] Yeats,
Frances A.: Op. cit., pág. 431. En su estudio sobre la memoria interesa el
fragmento rescatado sobre Bacon, sobre todo cuando
éste define la noción de arte a partir de "prenociones" y "emblemas", Al
respecto dice el autor en su obra DE AUGMENTIS ESCIENTIARIUM: "Los
emblemas hacen descender lo intelectual a las cosas sensibles; pues lo sensible
impresiona siempre más vigorosamente a la memoria, y se imprime más pronto que
lo intelectual". Según Yeats, en este mismo apartado
de su trabajo, "se puede decir que el arte que Bacon
aceptaba y practicaba era el normal arte de la memoria que usa lugares e
imágenes".
[41] Diccionario Akal de "Términos literarios", Madrid, Ediciones Akal, 1990, pág. 118. Emblema (De griego emblema,
"jeroglífico", "símbolo"). "Originariamente el emblema era una especie de
ideograma que por medio de un dibujo representaba una idea abstracta", También
se menciona "la representación encubierta de conceptos bajo figuras" que
caracteriza al emblema.
[42] Pizarnik, Alejandra: EXTRACCIÓN
DE LA PIEDRA DE LA LOCURA, OTROS POEMAS, Madrid, Visor, 1993, "En honor de
una pérdida", pág. 98.
[43] Balakian, Ana: EL MOVIMIENTO SIMBOLISTA, Madrid,
Ediciones Guadarrama, 1969, pág. 67.
[44] Pizarnik, Alejandra: op, cit., 1992, Buenos Aires,
1965, 29 de mayo, pág. 258.
[45] Bachelard, Gaston: LAUTRÉAMONT,
México, Fondo de Cultura Económica, 1985, págs.
88-94.
[46] Micheli,
Mario de: LAS VANGUARDIAS ARTÍSTICAS EL SIGLO XX, Madrid, Alianza
Editorial, 1989, pág. 183.
[47] No en vano la autora dedica un
breve ensayo a este libro titulado RELECTURA DE NADJA, de André Breton que
se incorpora a la edición de Semblanza ya mencionada en sus páginas
293-305.
[48] Tras la contextualización
histórica y artística con que se inició este segundo apartado del trabajo, y una
vez ha sido enmarcado el conjunto de la estética y la forma poética pizarnikiana -habiéndose insistido en aquello que podía
sernos de interés para comprender el modo en que la autora se instala en la
palabra-, se debe aclarar que la producción global de la poeta se centra en el
aprendizaje de los poemas en prosa, por los que ésta se interesa desde su primer
libro, pero que terminan por imponerse en ÁRBOL DE DIANA. En estos
fragmentos la autora comienza a incluir palabras simples, aunque dotadas de un
gran peso expresivo; con ello obtiene una cierta cualidad momentánea de
revelación, como si se asistiera a la expresión de verdades primitivas. Corroída
la autora por la seguridad de una forma imposible de prosa, la mayor parte de su
trabajo reviste este aspecto, tal y como confirmaría ella misma en sus diarios (SEMBLANZA,
Buenos Aires, 1967,1 de junio, pág. 282):
Deseo estudiar muy seriamente el poema en prosa. No comprendo porqué
elegí esta forma.
Se impuso. Además está en mí desde mi libro primero. Nunca leí nada al
respecto.
Poemas en prosa abiertos (con silencios) y cerrados -compactos y casi sin
puntos y apartes-.
Poemas en prosa muy breves -breves como aforismos- (Rimbaud- Phrases).
[49] Sucre, Guillermo: LA MÁSCARA,
LA TRANSPARENCIA, "La
metáfora del silencio", Caracas, Monte Ávila Editores, 1975, págs. 339-366.
[50] Diccionario Akal de "Términos literarios", Op.
cit., pág. 192. Imagen (del latín imago, -inis, "figura,
representación".) "Por medio de la Imagen el hombre reproduce la realidad
captada a través de los sentidos, principalmente, de la imaginación y de la
fantasía. A veces es simple representación, otras puede suscitar en él las más
variadas sensaciones y emociones aunque no perciba la causa o la razón que le
emociona. La imagen está ahí con toda su fuerza evocadora bien por la semejanza
subjetiva o por una asociación puramente subjetiva. Es difícil establecer una
tipología de las imágenes, dada la multiplicidad de campos a los que pertenecen
y la capacidad de connotar distintas realidades y sensaciones diversas, en
función de la subjetividad del receptor".
[51] Piña, Cristina: Op. cit., 1992, págs. 215-216: "Entre julio y agosto de 1969 Alejandra
Pizarnik escribe el único texto teatral de toda su producción, LOS POSEÍDOS
ENTRE LILAS, pieza en un acto que aparece como una auténtica "teatralización
del inconsciente".
[52] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1994, EL INFIERNO
MUSICAL, "El infierno musical", pág. 155.
[53] J. Lezama Lima, en su ensayo titulado LA DIGNIDAD DE LA
POESÍA, Santiago de Chile, Editorial Orbe, 1970, págs. 304 a 329, expresa su teoría de la "imago mundi", donde estudia la posible imantación de
imágenes a partir de un primer motor imaginativo. Se trata de un proceso de
creación celular, de carácter orgánico, de modo que las imágenes se constelan y
se imantan entre sí. La poesía se presenta como imantación e irradiación, donde
unas imágenes llaman a otras. Como noción principal, Lezama Lima habla de Imago, el
mundo como imagen donde ésta es un absoluto. Si se lee una poesía de imágenes se
debe penetrar en el territorio de lo orgánico, pues si no se penetra no existe.
Entonces se plantea la necesidad de una ósmosis total. Y la conciencia del poeta
es la de la misma sustancia poética, fijada en el poema. (La única forma de
resurrección posible, parece decirnos Lezama Lima, es
la vivencia en la imagen).
[54] Flores, Miguel Ángel: ALEJANDRA
PIZARNIK, BREVE ANTOLOGÍA, México, Universidad Nacional de México, recoge
las palabras que Octavio Paz escribiera en su prólogo a Árbol de Diana:
"Árbol de Diana de Alejandra Pizarnik, cristalización verbal por amalgama de
insomnio pasional y lucidez meridiana en una disolución de la realidad sometida
a las más altas temperaturas. El producto no contiene una sola partícula de
mentira".
[55] Ver por ejemplo el capítulo 68 de
Rayuela de Julio Cortázar, Op. cit., pág. 305: " (...)Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los
extrayuxtaba y paramovía, de
pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las
mátricas, la jadehollante
embocapluvia del orgumio,
los esproemios del merpasmo
en una sobrehumítíca agopausa, ¡Evohé! ¡Evohé! (...)". La admiración que Alejandra Pizanzik
siente por el trabajo de Julio
Cortázar es una constante en su vida, sentimiento que se expresa a través
de sus diarios y textos.
[56] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1994, LA BUCAMERA DE
PERNAMBUCO O GILDA LA POLÍGRAFA, "La zozobradora", pág. 312.
[57] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1992, Buenos Aires,
1966, 22 de mayo, pág. 279.
[58] Ibidem,
Buenos Aires, 1966, 24 de mayo, pág. 279.
[59] Paz, Octavio: Op. cit., "El poema", "La imagen",
pág. 109: "La ambigüedad de la imagen no es distinta de la realidad, tal como la
aprehendemos en el momento de la percepción: inmediata, contradictoria, plural
y, no obstante, dueña de un recóndito sentido. Por obra de la imagen se produce
la instantánea reconciliación entre el nombre y el objeto, entre la
representación y la realidad. Por tanto, el acuerdo entre el sujeto y el objeto
se da con cierta plenitud. Ese acuerdo sería imposible si el poeta no usase el
lenguaje y si el lenguaje, por virtud de la imagen, no recobrase su riqueza
original. Mas esta vuelta de las palabras a su naturaleza primera -es decir, a
su pluralidad de significados- no es sino el primer acto de la operación
poética. Aún no hemos asido del todo el sentido de la imagen
poética".
[60] Parece interesante comentar que
Baudelaire, autor ampliamente leído por Alejandra Pizarnik, superó los
planteamientos románticos al acudir a la fuerza evocadora de las palabras y
otorgarle a éstas el poder de las imágenes. Ana Balakian en su estudio sobre el movimiento simbolista, Op. cit., explica este proceso. En
la página 67 de su trabajo se puede leer: "...consiste en utilizar las palabras
como si consistieran en verdaderos objetos a través de las múltiples sensaciones
que evocan, igual que en los objetos están implícitas diversas imágenes según
los ojos y el recuerdo de quien los percibe".
[61] Pizarnik, Alejandra: Op. cit., 1994, Los trabajos y
las noches, "Los trabajos y las noches", pág.
99.
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